Drive my car


La película de Ryūsuke Hamaguchi, que ganó el premio al mejor guión en Cannes, el Globo de Oro a mejor película de habla no inglesa y aspira al Oscar, está basada en uno de los relatos que conforman el libro de Haruki Murakami,
Hombres sin mujeres.

Yusuke Kafuku, actor y director de teatro, aún incapaz de lidiar con su pasado, acepta dirigir el clásico de Chejóv, Tío Vania, interpretada en distintos lenguajes (incluido el de signos) en un festival de teatro en Hiroshima. Allí conoce a Misaki, una joven introvertida que será su chófer y con la que irá estableciendo un vínculo que se irá fraguando lentamente mientras conducen por la costa de Hiroshima en un precioso Saab 900 de color rojo y las cintas de Chejóv. 

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Para el director el coche es algo sagrado. El cineasta lo describe como «un lugar en el que se dan conversaciones íntimas que solo nacen en ese espacio cerrado y en movimiento». «Un lugar donde se pueden descubrir aspectos de nosotros mismos que nunca hemos mostrado a nadie o pensamientos a los que no podíamos poner palabras».

El director toma como recurso el clásico de Chéjov, Tío Vania, para entrelazar historias, creando una metaficción dentro de la narrativa principal. Este es el punto de partida de una road movie que encapsula la belleza de lo cotidiano. Una película que habla del amor, la pérdida y la incomunicación.

Una obra íntima y delicada, en la que se cuenta más a través de los silencios, que a través de la palabra, porque hay otros niveles de conexión humana más allá del propio idioma. Una conexión que reside en el poder de la mirada y del silencio, cuando hay tanto dolor que las palabras no consiguen brotar. 

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Son casi tres horas de metraje que incomodan y chocan con el consumo al que, desgraciadamente, nos estamos habituando. Un tipo de consumo fácil, rápido y superficial del que Vargas Llosa habla en su libro La civilización del espectáculo. La película de Hamaguchi es, sin embargo, una oda, o más bien una reivindicación, a ser pacientes, a estar atentos. Un cine en peligro de extinción.

Drive My Car es un viaje fascinante, que habla de la pérdida y de cómo seguir adelante. Un hermoso viaje de introspección, dolor, pero también de esperanza.

Género Imposible. Silvia Pérez Cruz

Género Imposible

Fotografía Alex Rademakers

 

No sabría cómo clasificar el último trabajo de Silvia Pérez Cruz. Y la verdad es que creo que su título lo define perfectamente: Género Imposible.

Si últimamente estamos muy acostumbradxs a clasificar, etiquetar y poner cada cosa en pequeños compartimentos estancos, cada vez más definidos e inamovibles, lo de Silvia Pérez Cruz se podría decir que es algo líquido. Un trabajo que desdibuja los límites y conjuga la pasión por una profesión y la necesidad de expresar a través del Arte.

«Si no canto lo que siento, me voy a morir por dentro», Silvia Pérez Cruz en homenaje a Mercedes Sosa.

Si bien es verdad que no era la primera vez que disfrutaba de su capacidad artística, nunca habría imaginado experimentar tanta intimidad y virtuosismo compartido en un mismo espacio. Y es que ella consigue lo que todo artista desea: llenar el escenario con su presencia.  

Podríamos decir que lo que vivimos con Género Imposible, en Naves del Español, sería la puesta en escena de su último disco, pero nos quedaríamos tan solo en la superficie. Lo que experimentamos con esta obra fueron 150 minutos de conversación entre distintas disciplinas artísticas: arte sonoro, arte visual, danza, interpretación, escenografía y música. Mucha música. Disciplinas que se traducen en las personas que han participado en la creación de este formato escénico como la bailarina Elena Córdoba; el dramaturgo, actor y poeta Pablo Messiez; lxs escenógrafxs Sílvia Delagneau y Max Glaenzel; el pintor, iluminador y poeta Carlos Marquerie; el ingeniero de sonido y creador de espacios sonoros Juan Casanovas, o la diseñadora de vestuario Cecilia Molano.

Una espectacular puesta en escena donde la iluminación y las texturas fueron coprotagonistas. 

La artista no perdió la ocasión para dialogar con el público y dejar alguna reflexión como esta que, por supuesto, suscribo: “Cuidemos la Cultura, porque si cuidamos la Cultura, la Cultura nos cuidará a nosotrxs”. Y es que no nos olvidemos que en estos tiempos donde la inmediatez, la productividad y la tecnología se vuelven mantras de nuestra sociedad, lo que siempre nos diferenciará de las máquinas será nuestra capacidad para crear, relacionar y expresar como Humanxs. Y esto es, en definitiva, la Cultura. 

Sorry, we missed you

Hace unos meses se hizo viral en Twitter una pequeña historia sobre un repartidor de comida en Argentina, un tiempo después del trágico atropello mortal de un trabajador de Glovo en Barcelona. En esta ocasión, el chaval (de 63 años) tuvo algo más de suerte y fue trasladado al hospital sin males mayores, pero la periodista que le ayudó denunció los mensajes que no paraba de recibir la víctima por parte de la empresa: ‘¿Cómo se encuentra el pedido?’ ‘¿Está en buen o mal estado para poder ser entregado?’. Y es que en ocasiones, la realidad supera la ficción.

Dos veces ganador de la Palma de Oro con el Viento que acaricia el prado (2006) y Yo, Daniel Blacke (2016) el combativo cienasta inglés, Ken Loach, regresa con un contundente film que cuestiona estos tiempos modernos de tercerización en los que, casi sin darnos cuenta, estamos perdiendo nuestros derechos sociales y laborales.

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Con guion de Paul Laverty, la nueva película de Loach narra la historia de una familia que se desintegra a causa de la situación económica que pasan sus progenitores. Cuando Ricky (Chris Hitchen) encuentra por fin un empleo, su nueva situación avocará a su familia a una situación familiar imprevista: su esposa Abbie (Debbie Honeywood) debe vender su coche con el que va a trabajar para poder costear el nuevo medio de transporte de su marido en su nuevo trabajo y sus dos hijos, Seb (Rhys Stone) y Lisa (Katie Proctor) no verán con muy buenos ojos esos nuevos cambios que acabarán afectando finalmente a todos.

A sus 83 años, el director describe y denuncia, una vez más, las penurias de la clase trabajadora, los abusos del poder, los modos absurdos de la burocracia y la deshumanización constante del mundo en el que vivimos. Un mundo protagonizado por un capitalismo salvaje que ha colonizado hasta nuestros momentos más íntimos y ante el cual nos encontramos indefensos.

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La falsa promesa de los autónomos, la gran mentira de los contratos, la fantasía de ser tu propio jefe y el tándem tiempo-dinero. No hay lugar para procrastinar, pero tampoco para nada especial. No hay tiempo para discutir con un cliente sobre fútbol, no deberías perder tu turno para regañar a tu hijo que no ha ido al colegio y, el sexo mejor lo dejamos para otro día.

Extenuantes jornadas de trabajo, disponibles 24/7, incluso sin tiempo para orinar, obligándoles a hacerlo en una botella de agua vacía, todo por un mísero salario que no les permite llegar a fin de mes. Podría ser el siglo XIX, pero es el siglo XXI. Pero oye, sigamos comprando en Amazon, a poder ser con el servicio Prime, sigamos consumiendo en cadenas de fast fahion y fast food, y que nuestro culito esté tranquilo y cómodo. Pongamos a prueba los límites de este neoliberalismo feroz, y si eso, si tenemos tiempo, ya nos quejaremos después.

Sorry, we missed you, es tan real que asusta y duele, a partes iguales.
Y es que el cliente siempre tiene la razón.

Call me by your name

Call me by your name es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de André Aciman y la última película del director italiano Luca Guadagnino ( ‘Cegados por el sol’).

La cinta ha entrado en poco tiempo en todas las listas de las mejores del año 2017; y está nominada a los Oscar por mejor película, mejor actor (Timothée Chalamet), mejor guión (de James Ivory) y mejor canción (The mistery of love, de Sufjan Stevens).

La historia transcurre en una idílica campiña del norte de Italia donde Elio – (Timothée Chalamet) – se dispone a pasar otro despreocupado verano más en compañía de sus cultísimos y cosmopolitas padres, dedicado a oír música, leer, bañarse en el río, tomar el sol y flirtear con las guapas chicas del pueblo más cercano. Pero todo cambia cuando el padre de Elio invita a pasar unas semanas a un alumno suyo, Oliver – un adonis de la antigua Grecia-, para terminar su doctorado en cultura grecorromana. Pronto surgirá entre ellos una conexión especial que comenzará como una amistad y que irá derivando poco a poco en algo muy distinto. Algo que les cambiará para siempre.

La película es el retrato realista de un amor verdadero, de esos que llegan cuando no los esperamos, cuando ni siquiera somos capaces de entenderlos. Es un amor inocente, que no se fija en la edad, que no entiende de distinciones de género.

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El film nos regala grandes fragmentos como este:

’En tu situación, si hay sufrimiento, domínalo, y si queda alguna llama, no la apagues, no seas cruel. La ausencia puede ser algo terrible si nos mantiene despiertos toda la noche y ver cómo alguien nos olvida antes de lo que hubiésemos deseado no ayuda. Nos desprendemos de tantas cosas propias para poder curarnos lo más rápido posible que a la edad de treinta ya estamos en bancarrota y cada vez tenemos menos que ofrecer cuando empezamos una nueva relación con alguien. Sin embargo, no sentir nada por miedo a sentir algo es un desperdicio… ¿Me equivoco?’. Repito: ‘No sentir nada por miedo a sentir algo es un desperdicio’.

Call me by your name nos habla de ese primer amor que nos desgarra y de esa necesidad física de estar pegado al otro, de confusión, de aceptación y de dolor. Una historia con la que cualquier espectador se siente irremediablemente identificado y seguramente aturdido.

Luca Guadagnino nos deleita con elegancia y ternura, acompañándose de una exquisita y ecléctica banda sonora – que incluye a Bach y a Franco Battiato, composiciones de Ryuichi Sakamoto, éxitos de los ochenta y un par de canciones originales de Sufjan Stevens – haciéndonos partícipes de esa historia de amor.

El cine – al igual que otras muchas artes – puede cambiar nuestra perspectiva, mejorarla e incluso hacernos mejores personas, o al menos, más abiertas y tolerantes.

Call me by your name es una de esas películas que dejan poso, que te hacen sentir extraño durante días y que por alguna razón, no te las puedes quitar de la cabeza. Para mí esto es determinante y marca la diferencia entre una buena peli, y otra que no lo es tanto.

En definitiva, #CMBYN es un canto a la vida, al amor sin prejuicios y a la libertad.

Touché.

Colectivo Nuffart en el Fair Saturday

 

Fair Saturday pretende crear una movilización global con el fin impulsar miles de actuaciones cartel-nuffartartísticas y culturales con carácter benéfico durante el último sábado de noviembre de cada año. En consecuencia, el día 26 de noviembre el Bizkaia Aretoa (Abandoibarra Etorb., 3, 48009 Bilbo, Bizkaia) reunirá obras de artistas de diferentes disciplinas, siendo el colectivo Nuffart (Aitziber Escudero y Oihane Amurrio) parte de dicha exposición.

Colectivo Nuffart tiene como objetivo dar visibilidad y revalorizar el arte emergente, creando un nexo de unión entre ambas componentes, las cuales, crean juntas. Nuffart se podría tomar como una coartada para la creación, donde la unión hace que reúnan valor para imaginar. Su lema sería experimentar en el arte; experimentación como justificación de la creación.

En el Bizkaia Aretoa, se mostrarán tres piezas del colectivo: Ciruela, Ellas y The pennis paint. Teniendo como tema, respectivamente, la descontextualización del leguaje, los estereotipos culturales y el replanteamiento de la imagen de la mujer durante la historia del arte.

¡No te lo pierdas!

La fotografía documental de Bruce Davidson

 

Casi en el ecuador de su muestra nos apetece dedicar unas líneas a la retrospectiva que acoge, hasta el 15 de enero del 2017, la Fundación Mapfre. Por primera vez en Madrid, tras su paso por Barcelona, es un privilegio disfrutar de la experiencia y trabajo de uno de los mejores fotógrafos americanos del siglo XX: Bruce Davidson.

Bandas de Brooklyn, 1959. Nueva York

Bandas de Brooklyn, 1959. Nueva York

Bruce Davidson, 1960. Inglaterra

Bruce Davidson, 1960. Inglaterra

Si bien ya nos cautivó su coetánea Vivian Maier (de la que también nos hubiera gustado hablar en su momento. ¡Nos disculpamos por saltárnosla!), este gran intimista y humanista de la Magnum, nos envuelve en su mundo, en su gente y en sus barrios. Mientras la primera captaba la vida sutilmente a su paso como una perfecta testigo alejada de los márgenes, Davidson se adentra en cada imagen para mostrárnosla tal y como está sucediendo. Sin discreción, sin aislamientos, sin vergüenza. Se mete en las ciudades, en las casas y en los rostros. Como si diseccionara y recompusiera cada instante, mostrando desigualdad, injusticiadolor, tristeza, enfado, etc. Un sin fin de emociones, conjuntas e individuales, de una sociedad concreta, que habitan en un tiempo y en un espacio determinado. Y que, por tanto, otorgan alma propia a cada foto.

 Time of Change: Civil Rights Movement, 1961-1965. Nueva York

Time of Change: Civil Rights Movement, 1961-1965. Nueva York

La muestra plantea un recorrido cronológico por la trayectoria del artista dejando a su paso “la visión” de algunos países como EEUU, Reino Unido, París, Italia, México o España -entre otros-, presentándonos desde las series menos conocidas, hasta algunas de las más celebres como Brooklyn Gang, East 100th Street o Time of Change: Civil Rights Movement. Así como nuevos puntos de vista, maduros, más alejados, propios de sus últimos trabajos: Nature of Paris y Nature of Los Ángeles.

Volver atrás para “hacer un repaso” es una buena opción para quienes deseen contrastar o relacionar los primeros trabajos de los años 50, con los de las siguientes etapas (en mi opinión, más impactantes y desgarradores como el del barrio de Harlem, ¡alucinante!), para encontrar -quizá en esa comparativa individual de cada visitante- un hilo conductor más allá del que ofrece la propia historia gracias al presente elemento documental, al factor humano (y, por tanto, al dinamismo que jugamos en sociedad) y a la perspectiva única y personal del autor.

 

Un autor que, en sus propias palabras, encontró su camino en la vida a través de la lente de la cámara. La usó para plasmar sus sentimientos sobre el mundo. Y todavía lo hace.

**Recomendamos.

Videoarte e instalación en #EXPLORAContrastes

 

Continuamos presentando a los artistas que formarán parte de la III edición de Festival EXPLORA #EXPLORAContrastes. En esta ocasión les toca a las disciplinas de videoarte y, por primera vez, instalación. Estos son los artistas y sus proyectos:

ENDIKA BASAGUREN

La propuesta de Endika consiste en una video‐instalación compuesta de una proyección y unos cuadros rotos en el suelo. El video muestra a un artista intentando hacer llegar a través del mar su obra a diferentes lugares para ser expuesta, pero las olas destruyen esta y la devuelven inservible y en pedazos. Una voz en Off habla de la intención de esta acción para exponer mientras se intercalan textos de pateras hundidas y muertos a la hora de intentar llegar a otras costas mejores a través del mar.

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La obra juega con el paralelismo entre estas ilusiones. Los cuadros se convierten en cadáveres. La «frivolidad» de los intereses de unos, aunque lícitos, contrarrestan con los de los menos afortunados. Los cuadros con los que se realizó la acción se muestran físicamente como resultado de lo acontecido en las imágenes.

Licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco. Entre sus exposiciones individuales destacan las realizadas en la galería Catarsis de Madrid y en el Palacio de La Lila en Oviedo. De forma colectiva ha expuesto en difierentres puntos de Europa. Su obra ha sido adquirida por importantes instituciones públicas como en Centro de Arte 2 de Mayo de la Comunidad de Madrid y el Museo de las Américas en Miami, Estados Unidos.

 

 

OIHANE IRAGÜEN

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Cogiendo como base el trabajo de Martha Rosler Semiotics of the Kitchen, reinterpretan la pieza pero esta vez utilizando léxico informático.

En la pieza original Rosler, como si se tratase de un programa de cocina emitido por televisión, muestra los utensilios empleados en la cocina por orden alfabético. Es una representación cómica, llena de ironía, puesto que se apoya en el lenguaje, pero sobre todo en la semiótica de la performance e interpretación que hace en la muestra de cada utensilio. Trata sobre la “agresividad inherente de la mujer en la cocina”.

Nacida en Bilbao en 1985 y licenciada en Ciencias Audiovisuales por la UPV-EHU. Ha trabajado en Madrid en el área de producción y guiones en Warner Bros-Eyeworks, y ha sido profesora de técnicas audiovisuales en el IED. Hoy día está realizando el doctorado en la UPV-EHU.

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Formados en bellas artes pero experimentados en diversas disciplinas relacionadas a la creatividad. Desde la idea de “Contrastes” plantean una instalación que interpele este concepto.

Generaremos una iluminación diferenciada sobre una misma superficie para que esta nos devele dos informaciones totalmente opuestas. La única variación es el matiz con el que se observa. En este caso planteamos una imagen que puede tener diferentes lecturas dependiendo de la luz con la que se la mire.

Intentamos equilibrar tanto el trabajo de producción con el de investigación y formación permanente, nos interesa la búsqueda de nuevos medios y nuevos lenguajes, y que esto no esté siempre relacionado o condicionado por la elaboración de productos, sino que nos aporte nuevas posibilidades de reflexión.

Recordad que todo lo expuesto estará a la venta y que como siempre -perpetuamos la filosofía del festival – el 100% de las ventas será destinado a los creadores de las mismas. Os esperamos el 24 y 25 de septiembre en Espacio Open (Antigua Fábrica Artiach, Zorrotzaurre).

Pintura en #EXPLORAContrastes

 

Este año ha sido la primera vez que planteábamos una convocatoria abierta y pública en Festival EXPLORA. De ahí, han salido proyectos y propuestas muy interesantes de disciplinas que, hasta ahora, no han formado parte del proyecto. Este es el caso de la pintura y estas son las propuestas que finalmente han sido seleccionadas:

INÉS LARESGOITI

Tú tan Lautrec; yo tan Munch Tú tan Newman; yo tan Pollock
Tú tan Mondrian; yo tan Kandinsky Tú tan Warhol; yo tan Basquiat
Tú tan Kusama; yo tan Hirst Tú tan Picasso; yo tan Dalí

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El arte de jugar al contraste. La historia del arte se ha ido configurando a sí misma a partir de magníficos contrastes que se han ido deshilachando a lo largo del tiempo. Lo mismo sucede en el complejo mundo de las relaciones humanas, aquél en donde se establecen las claves que atesoran encuentros y desencuentros que se traducen en un sinfín de posibles relatos y versiones de un mismo cuento”.

Inés tiene 29 años, nació en Llodio y con 18 años se mudó a Madrid. A los 25 años se mudó a San Francisco para aprender inglés. Estando en allí le publicaron unas polaroid en la portada de Sparkle & Blink (una revista literaria).

Después de San Francisco llegó a México, donde ya lleva 3 años. Actualmente trabaja haciendo modelaje financiero para un fondo de inversión, pero nunca ha dejado de dibujar. En junio de este año, trabajó con el blog Buzzfeed de Nueva York ilustrando una publicación y acaba de autoeditar un fanzine que se llama Tú tan pendejo, yo tan gilipollas.

 

MAITE PINTO

A través de una imagen de archivo familiar perteneciente a una boda se pretende reflexionar sobre los recientes cambios que se han generado en la sociedad respecto a la visión tradicional de familia y las costumbres sociales. Esta reflexión tiene que ver con la manera fragmentaria en la que vivimos, donde la incertidumbre nos invade junto con las nuevas tecnologías. La velocidad incrementa y la comunicación es más sencilla, pero las relaciones cada vez son menos auténticas.

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Nacida en Logroño 19 de Diciembre 1993. Residente en Bilbao. La primera toma de contacto con el dibujo y la pintura la tuvo a los 15 años en la Academia de José Abel. (Bilbao). Durante su último año de carrera ha participado en la convocatoria de Arteshop 2015 y en la exposición grupal de Aztarnak/Rastros en el centro cultural de Montehermoso. Con ese mismo proyecto, ha sido seleccionada para exponer una selección de grabados en el Open Portfolio del FIG 2015 (Euskalduna).

Estad atentxs porque van a dar que hablar. Recordad que todo lo expuesto estará a la venta y que como siempre -perpetuamos la filosofía del festival – el 100% de las ventas será destinado a los creadores de las mismas. 

Os esperamos el 24 y 25 de septiembre en Espacio Open (Antigua Fábrica Artiach, Zorrotzaurre).

Arte y educación: dos caras de una misma moneda

 

Dedicar un post a hablar sobre la relación que puede existir entre arte y educación es algo, cuanto menos, complejo, y, más que nunca, necesario. Con el denominado “giro educativo” que estamos presenciando, motivado por el cambio de paradigma sociocultural y económico contemporáneo, y la aparición en el terreno del ámbito cultural-artístico de términos como el de mediación, podemos intuir la importancia de establecer un puente entre estos dos ámbitos, a priori fronterizos.

SeAlquilaPÚBLICO (2016), fotografía realizada por Ana Belén Corrales)

SeAlquilaPÚBLICO (2016), fotografía realizada por Ana Belén Corrales)

El arte, bajo mi punto de vista como filósofa y educadora artística, es una forma de conocimiento que posibilita que podamos pensar la realidad social y política en la que nos situamos de manera radical y crítica y, a su vez, imaginar/jugar con otras construcciones sociales que están -o no- por venir. En definitiva, y siguiendo las palabras del filósofo y comisario Fernando Castro , considero que el arte es una forma cognoscitiva autónoma.

En ese sentido, el arte ofrece a la sociedad un sistema de pensamiento alternativo al científico -aunque no por ello incompatible con éste último-, permitiendo que problemas sociales, del propio artista (obsesiones, emociones, etcétera) o de otra índole, puedan ser puestos sobre la mesa y cuestionados por cada individuo, provocando una “sacudida” en su pensamiento y, como consecuencia, una toma de conciencia de las distintas realidades que existen, todo ello de una forma crítica y creativa a la vez.

Por tanto, el papel del arte en nuestro tiempo y, más concretamente del artista, no es otro que mantener un diálogo permanente con el contexto temporal y social que habita y con aquellas problemáticas que se suceden en él. El arte contemporáneo pienso que cobra sentido desde el compromiso y la honestidad del propio artista con el espectador, generando en éste el diálogo individual y colectivo.

Luis Camnitzer en Ni arte Ni educación, fotografía realizada por Ana Belén Corrales)

Luis Camnitzer en Ni arte Ni educación, fotografía realizada por Ana Belén Corrales)

Hasta aquí he hablado del arte, pero, y la educación, ¿qué es?, ¿qué papel tiene en el sistema cultural e ideológico de una sociedad? La educación, teniendo en cuenta las necesidades del presente y del futuro, pienso que va más allá de la mera transmisión de conocimientos, es lo que permite que los individuos sean conscientes de que se hallan en un mundo intersubjetivo. No es algo que suceda sólo en contextos formales, sino en cualquier lugar y en cualquier momento, es expansiva y permeable.

Pero para entender mejor este nexo de unión mencionado, me gustaría comenzar planteando, por un lado, cuestiones tan centrales como ¿qué es el arte?, ¿cuál es su papel en esta posmodernidad líquida -adaptando el concepto del filósofo Bauman- y neocapitalista?, ¿en qué terreno(s) opera?

La educación es lo que hace posible, al igual que el arte, que los individuos desarrollen su capacidad crítica, tomando así conciencia de su repercusión a nivel social y de su propia responsabilidad para con su tiempo.

Creo que a estas alturas pueden verse las numerosas similitudes que unen a ambas áreas y que hace prácticamente inútil su diferenciación. Como muestra de esto, recientemente tuvo lugar en Matadero una exposición titulada: Ni arte Ni educación, organizada por el Grupo de investigación de Educación Disruptiva de Matadero Madrid (GED), creado en 2013 y coordinado por el colectivo de artistas y educadores Pedagogías Invisibles.

La Brecha, investigación realizada por el colectivo Núbol

La Brecha, investigación realizada por el colectivo Núbol

Arte y educación son dos caras de una misma moneda, y es desde este horizonte de pensamiento como podemos salvar esa brecha que existe en el presente entre el arte contemporáneo y el sistema educativo actual, donde la educación artística sigue siendo considerada una “asignatura maría” -como diría la profesora e investigadora en el campo de la educación María Acaso-, omitiendo así ese proceso reflexivo y crítico que subyace al ejercicio artístico en sí, y que entronca perfectamente con el objetivo último de la educación: contribuir a la formación de personas críticas y emocionalmente estables.

Más sobre Ana Belén Corrales en linkedin y twitter.

El poder sanador del arte: Louise Bourgeois

 

Louise Bourgeois es una de las figuras más relevantes del arte moderno y un icono feminista fundamental de la segunda mitad del siglo XX. Lo es también para las Guerrillera Girls. De hecho una de las líneas de su mas que conocida obra reza: Las ventajas de ser una mujer artista: Saber que tu carrera podría repuntar después de cumplir los 80.

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Louise Bourgeois (París, 1911-Nueva York, 2010) fue una artista atormentada por los miedos e inseguridades que tuvieron origen en su entorno familiar. Tuvo una infancia dolorosa marcada por la enfermedad de su madre y su padre infiel. Buscó en el arte un reconocimiento no solo profesional, sino personal.

La obra de Louise Bourgeois es completamente autobiográfica. La soledad, el abandono, la inseguridad, el daño, la memoria o el intenso dolor son temas recurrentes en sus piezas. Para Bourgeois, la arquitectura es un medio activo, que le permite explorar sus recuerdos, descubrirse a sí misma y exorcizar sus demonios. «El propósito de las piezas es expresar emociones. Mis emociones son inapropiadas para mi tamaño. Mis emociones son mis demonios, la intensidad de éstas, son demasiado para manejar. Es por eso que las transfiero, esa energía a la escultura». Louise Bourgeois.

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Aunque la obra de Bourgeois abarca la pintura, el dibujo, el grabado y la performance, la artista es más conocida por sus esculturas. Una de sus piezas más conocidas por todos y que se ha convertido en símbolo de su obra, son sus archiconocidas arañas de bronce y acero. Las araña es una oda a su difunta madre, alguien confiable, intelectual, lógica sin brote de pasión alguno.

Louise era un símbolo de alguien que había estado mucho tiempo y que logró tener cierto reconocimiento, aunque fuera tardío. En 1982, Bourgeois se convirtió en la primera mujer en presentar una retrospectiva en el Museum of Modern Art de Nueva York.

En esta ocasión el Museo Guggenheim de Bilbao presenta la exposición Estructuras de la existencia, la más completa hasta la fecha centrada en las jaulas autobiográficas de la mujer araña. Esta exposición nos invita a recorrer las Celdas de Bourgeois, conociendo de esta manera su compleja mente. Para ella representan diferentes tipos de dolor: el físico, el emocional, el psicológico, el mental e intelectual… «Cada Celda trata del miedo. El miedo es dolor».

Así es el mundo de Louise Bourgeois oscuro, secreto, tormentoso, y al mismo tiempo, intrigante, delicado, enigmático, pero sobre todo, fascinante.

Podríamos decir que el arte purgó sus emociones, como lo hace con todos nosotros. Tal y como ella decía: «El arte surge del problema. La solución nunca aparece. De lo contrario pararía y sería feliz».

Termino este post con la canción que cierra el documental: La araña, la amante y la mandaria (digno de ver): Laurie Anderson: O Superman (digna de escuchar).