Arte y educación: dos caras de una misma moneda
Dedicar un post a hablar sobre la relación que puede existir entre arte y educación es algo, cuanto menos, complejo, y, más que nunca, necesario. Con el denominado “giro educativo” que estamos presenciando, motivado por el cambio de paradigma sociocultural y económico contemporáneo, y la aparición en el terreno del ámbito cultural-artístico de términos como el de mediación, podemos intuir la importancia de establecer un puente entre estos dos ámbitos, a priori fronterizos.
El arte, bajo mi punto de vista como filósofa y educadora artística, es una forma de conocimiento que posibilita que podamos pensar la realidad social y política en la que nos situamos de manera radical y crítica y, a su vez, imaginar/jugar con otras construcciones sociales que están -o no- por venir. En definitiva, y siguiendo las palabras del filósofo y comisario Fernando Castro , considero que el arte es una forma cognoscitiva autónoma.
En ese sentido, el arte ofrece a la sociedad un sistema de pensamiento alternativo al científico -aunque no por ello incompatible con éste último-, permitiendo que problemas sociales, del propio artista (obsesiones, emociones, etcétera) o de otra índole, puedan ser puestos sobre la mesa y cuestionados por cada individuo, provocando una “sacudida” en su pensamiento y, como consecuencia, una toma de conciencia de las distintas realidades que existen, todo ello de una forma crítica y creativa a la vez.
Por tanto, el papel del arte en nuestro tiempo y, más concretamente del artista, no es otro que mantener un diálogo permanente con el contexto temporal y social que habita y con aquellas problemáticas que se suceden en él. El arte contemporáneo pienso que cobra sentido desde el compromiso y la honestidad del propio artista con el espectador, generando en éste el diálogo individual y colectivo.
Hasta aquí he hablado del arte, pero, y la educación, ¿qué es?, ¿qué papel tiene en el sistema cultural e ideológico de una sociedad? La educación, teniendo en cuenta las necesidades del presente y del futuro, pienso que va más allá de la mera transmisión de conocimientos, es lo que permite que los individuos sean conscientes de que se hallan en un mundo intersubjetivo. No es algo que suceda sólo en contextos formales, sino en cualquier lugar y en cualquier momento, es expansiva y permeable.
Pero para entender mejor este nexo de unión mencionado, me gustaría comenzar planteando, por un lado, cuestiones tan centrales como ¿qué es el arte?, ¿cuál es su papel en esta posmodernidad líquida -adaptando el concepto del filósofo Bauman- y neocapitalista?, ¿en qué terreno(s) opera?
La educación es lo que hace posible, al igual que el arte, que los individuos desarrollen su capacidad crítica, tomando así conciencia de su repercusión a nivel social y de su propia responsabilidad para con su tiempo.
Creo que a estas alturas pueden verse las numerosas similitudes que unen a ambas áreas y que hace prácticamente inútil su diferenciación. Como muestra de esto, recientemente tuvo lugar en Matadero una exposición titulada: Ni arte Ni educación, organizada por el Grupo de investigación de Educación Disruptiva de Matadero Madrid (GED), creado en 2013 y coordinado por el colectivo de artistas y educadores Pedagogías Invisibles.
Arte y educación son dos caras de una misma moneda, y es desde este horizonte de pensamiento como podemos salvar esa brecha que existe en el presente entre el arte contemporáneo y el sistema educativo actual, donde la educación artística sigue siendo considerada una “asignatura maría” -como diría la profesora e investigadora en el campo de la educación María Acaso-, omitiendo así ese proceso reflexivo y crítico que subyace al ejercicio artístico en sí, y que entronca perfectamente con el objetivo último de la educación: contribuir a la formación de personas críticas y emocionalmente estables.
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