María y los demás, la nueva crisis de los 30

 

María (y los demás) es el primer largometraje de la directora catalana Nely Reguera que compite en la categoría de Goya al mejor director novel junto con Raúl Arévalo (Tarde para la ira), entre otros, en los Premios Goya de este año.

Es una historia sobre el largo y arduo camino hacia la madurez protagonizada por una sublime Bárbara Lennie (Magical Girl). Desde que murió su madre cuando ella tenía 15 años, María ha cuidado de su padre y de sus hermanos. Responsable y controladora, siempre ha sido el pilar de la familia, y se siente orgullosa de ello. Por eso, cuando su padre se enamora repentinamente de su enfermera y anuncia su inminente compromiso, María siente que su vida se desmorona. Todo el mundo a su alrededor parece girar a velocidad distinta a la que ella lo hace.

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Reguera habla de la familia, de cómo nos relacionamos con los `nuestros´ y de cómo nos define esa relación. Lo hace de manera sencilla, hasta el punto en el que se le ha criticado duramente por no saber hacerlo con destreza. No olvidemos en qué categoría compite.

María (y los demás) sorprende precisamente por su sencillez y por conseguir empatizar con un espectador que roza la treintena e irremediablemente se siente en la misma situación que la protagonista, de una u otra manera.

Sentimos una gran presión social por seguir un mismo y único modelo de vida: trabajo, coche, casa y pareja. Si la relación es heterosexual y socialmente aceptada como `normal´, mejor. Si hay casamiento por la iglesia, mejor que mejor. Sin embargo, la crisis ha hecho mella y ha ralentizado todo, en otros casos, muchos no ansiamos conseguir ese modelo de vida tan americano y que tanto nos han inculcado desde pequeños.

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En este caso, la protagonista es tímida e insegura, sabe lo que quiere, pero le cuesta enfrentarse a la realidad, tiene miedo. Además, la presión social y el papel que hasta entonces ha desempeñado es más fuerte que cualquier deseo propio, y en ocasiones esto la confunde. Sin embargo, al final del filme atisbamos que se lanza por conseguir lo que realmente quiere.

Es una película que trata un tema occidental muy actual, la nueva crisis de los 30.

María y los demás, es como la vida misma.

Quizá Nely Reguera no se lleve el Goya este sábado (Raúl Arévalo y su Tarde para la ira aprietan muy fuerte), pero estoy segura que este es el comienzo de una larga trayectoria.

Paterson: la belleza de la cotidianidad

 

Paterson es la nueva película del genial Jim Jarmusch producida por los Estudios de Amazon. Una película sensible, irónica y de una belleza desbordante que nos sorprende por su sencillez y una rutinaria sucesión de actos que se contraponen con la importancia de la poesía como elemento vital de nuestras vidas. Paterson es un claro manifiesto de que nuestra existencia con dosis de poesía es más gratificante.

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Paterson (Adam Driver) trabaja como un conductor de autobús en Paterson (Nueva Jersey), la ciudad que vio nacer a Lou Costello y Allen Ginsberg. Cada mañana, de lunes a domingo, despertamos, en plano cenital, en la cama de Paterson y su chica, Laura. Cada día, Paterson sigue una simple rutina: conduce su ruta diaria observando la ciudad que se desplaza a través de su parabrisas y oyendo fragmentos de conversaciones a su alrededor; escribe poesía en un cuaderno; pasea a su perro; para en un bar y bebe una cerveza. Son en estos elementos rutinarios en los que Paterson encuentra inspiración. «Paterson expone los triunfos y las derrotas de la vida diaria así como la poesía en los pequeños detalles», aclaraba la sinopsis que publicó el Festival de Cannes.

Jim Jarmusch a través de su estilo pausado, nos hace partícipes y testigos del universo de los dos protagonistas. Él es afable y tranquilo, habla poco, observa y escucha mucho. Ella, en cambio, es enérgica y lucha por sus complicados sueños. Ambos se complementan, se apoyan y se desean.

 

Paterson habla de la cotidianidad, de los pequeños detalles, de la belleza de nuestra rutinaria existencia, pero sobre todo habla del amor y de la compenetración entre dos personas extremadamente diferentes.

Un cine puro y sin grandes artificios, una oda al arte, y a la poesía en particular.

A veces la belleza se encuentra en los pequeños detalles.

La Reconquista

 

El cine no son grandes artificios, son pequeñas historias bien narradas que conectan con el espectador y consiguen enrarecerte durante días.

la-reconquista-2La ópera prima del joven director Jonás Trueba, Todas las canciones hablan de mí, fue lanzada con el impulso de Alta Films, una de las productoras más relevantes del país. Aún así, los cines no quisieron hacerle un hueco, fue entonces cuando decidió fundar su propio sello, Los Ilusos Films. Atrás quedan esos tiempos. Hace unas semanas el pequeño de los Trueba competía en la Sección Oficial del 64º Festival de Cine de San Sebastián con su cuarto largometraje, La Reconquista.

Protagonizada por Francesco Carril – protagonista de los dos anteriores trabajos de Trueba – e Itsaso Arana, nos traslada a Madrid donde Manuela y Olmo se reencuentran en un futuro que se habían prometido 15 años antes, cuando eran adolescentes y vivieron su primer amor.

La Reconquista es una película con dos partes, unidas por una carta de amor entre esos dos adolescentes. Una película sobre el paso del tiempo y sus consecuencias, sobre lo que fuimos y lo que somos, sobre promesas no cumplidas, pero sobre todo, sobre la belleza del reencuentro. Un (re)encuentro en el que pesa más lo que se calla a lo que se dice, y en el que los silencios y las miradas, dicen más que un simple beso que nunca llega.

Al igual que en sus anteriores trabajos donde la música jugaba un importante papel –Tulsa acompañaba a Los exiliados románticos– aquí y, una vez más, el director hace uso de la música como hilo conductor de la narración y las emociones. En esta ocasión, la del cantautor donostiarra Rafael Berrio con su voz quebrada y nostálgica que encaja a la perfección con la historia narrada.

Jonás Trueba, con su concepción del amor romántico e idealizado y unos personajes cargados de nostalgia y dudas, vuelve a retratar las calles de Madrid como lo hacía en anteriores trabajos, Todas las canciones hablan de mí y Los Ilusos. Son pequeños homenajes a la ciudad que le ha visto crecer y que consiguen emocionar a los que vivimos en ella.

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La Reconquista es una historia melancólica, tierna, cercana y poética. Jonás sigue en su empeño de contar historias pequeñas y universales con nuevas formas de narrar, producir y distribuir. Y lo consigue.

Algunxs dirán que en ocasiones se hace lenta y pesada, como cuando suenan las tres canciones enteras del maravilloso Rafael Berrio –algo a lo que no estamos acostumbrados– pero que aporta más de lo que resta. En fin, también muchos decían que en Boyhood no pasaba nada…

Dos frases de una canción de Rafael Berrio ilustran y resumen la cinta: Nadie sabe nada de su propio amor y Somos siempre principiantes.

Mustang

 

Cinco hermanas huérfanas que viven en un pequeño pueblo de Turquía junto con su abuela y su tío ven como de la noche a la mañana la actitud que en su entorno tienen hacía ellas empieza a cambiar. En un ambiente represor y patriarcal todo aquello que se mueve entorno a estas (pre)adolescentes comienza a ser visto por sus allegados como algo obsceno, ante la incredulidad de las pequeñas que no consiguen entender nada de lo que está pasando.

Este es el planteamiento inicial de Mustang, película realizada por la directora turco-francesa Deniz Gamze Ergüven, que está cosechando un enorme éxito a escala internacional, ganando numerosos festivales y habiendo sido nominada entre otros premios al Oscar a la mejor película extranjera y ganando el premio Goya en esta categoría.

mustang_imagen_vita Con una estética cuidada al milímetro y una atmósfera entre lo real y lo onírico, Deniz Gamze va construyendo una historia dura pero con cierto aire a cuento de hadas, como ya hiciera hace casi dos décadas Sofia Coppola en Las Vírgenes Suicidas (1999) y es que la comparación con esta resulta inevitable. No obstante, consigue que nos olvidemos del referente y que conectemos de pleno con la personalidad de estas cinco hermanas (a cuál más carismática) que intentan escapar, cada una a su manera, de la brutal represión a la que se encuentran sometidas, de una sociedad que sólo ve en ellas un accesorio al servicio del hombre. Todo ello será visto a través de los ojos de Lale, la menor de todas, pero en cierto modo la más consciente de lo que les está sucediendo.

Mención especial merecen sus cinco jóvenes actrices, estupendas cada una en su papel, así como la construcción de unos personajes que consiguen conmovernos por la dura realidad que están viviendo a la vez que nos hacen sentir la fuerza y el coraje que poseen.

Por todo ello, y a pesar de no resultar especialmente novedosa, la realidad es que una película como Mustang continúa siendo necesaria. Ha removido ya conciencias en su Turquía natal y nos hace plantearnos también en Occidente el problema de una sociedad patriarcal que (aunque de manera menos manifiesta) aún continúa vigente. Todo un canto a la libertad que merece la pena ver.

La Juventud

 

Han pasado apenas dos años desde el estreno de la «oscarizada» La Gran Belleza (La Grande Bellezza, 2013). Después de su paso por diversos certámenes internacionales (entre los cuales el Festival de Cannes) llega a los cines de nuestro país La Juventud (La Giovinezza, 2015) el séptimo film del director italiano Paolo Sorrentino. En esta ocasión narra la historia de Fred Ballinger (un espléndido Michael Caine), que interpreta a un director de orquesta retirado que decide pasar unos días en un balneario de lujo en Los Alpes junto con su hija y asistente Lena (Rachel Weisz) y su gran amigo Mick (Harvey Keitel), quien encarna a un director de cine que intenta recuperar la fama de épocas pasadas con un nuevo proyecto. Por este escenario circularán además otros pintorescos personajes: un decadente Maradona (que no está interpretado por él mismo sino por el también argentino Roly Serrano), un actor en crisis o una Miss Universo que funciona como alegoría de la juventud y la belleza a las que alude el título del film.

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Como ocurría en La Gran Belleza, aquí encontramos de nuevo los temas favoritos del director: el paso del tiempo, el éxito, la soledad o la fragilidad de la condición humana. Tanto el protagonista de su anterior película, Jep Gambardella, como Fred Ballinger, poseen muchas similitudes. Ambos representan a hombres a los que el paso del tiempo hace replantearse sus valores y lo efímero de nuestra existencia. Sin embargo, Jep era un hedonista, un hombre que había pasado su vida entre fiesta y fiesta en la Ciudad Eterna, mientras que en el caso del personaje interpretado por Michael Cane encontramos a alguien más tranquilo y reflexivo, pero también un personaje algo más banal y con menos matices que el interpretado por el fantástico Toni Servillo.

Y es tal vez aquí dónde precisamente peca el film, en ser demasiado similar a su predecesor, pero sin estar dotado de la fuerza de este. No obstante está lleno de momentos brillantes tanto en sus diálogos como en esa realización grandilocuente que se ha convertido ya en sello personal del cineasta napolitano. Unos actores estupendos junto a unos recursos estéticos muy personales y un guión nada despreciable. Quizá no estemos ante el mejor Sorrentino, pero si ante uno de los grandes del cine europeo actual. Mientras esperamos con expectación sus próximos proyectos disfrutemos de La Juventud.

The Lobster

 

Yorgos Lanthimos da el salto a la gran pantalla con su primera película rodada en inglés: The Lobster. En ella cuenta con la colaboración de artistas reconocidos como Colin Farrel, Rachel Weisz , John C. Reilly, Ben Whishaw, Lea Seydoux y esto lejos de alejarle de su particular estilo, lo reafirma. En Canino (2009), Lanthimos hacía una reflexión en torno a la educación, al exceso de protección paternal y a la ignorancia en la que vivimos basada en lo que nos cuentan y quieren que sepamos; mientras que en Alps (2011) planteaba la dificultad para afrontar la pérdida de un ser querido y los límites a los que podemos llegar.

Con esta nueva aventura, el director griego realiza una sátira sobre las relaciones humanas contemporáneas, las convenciones sociales y lo políticamente correcto.

Fotograma de la película

Fotograma de la película

David (Colin Farrell) es un arquitecto que decide ingresar en un hotel especializado en casos de desórdenes afectivos y sentimentales, donde permanecerá recluido con el único propósito de encontrar pareja. Tiene 45 días para hacerlo, en caso contrario, y ante la demostración de su incapacidad para amar, se convertirá en el animal elegido al entrar, una langosta.

Lanthimos realiza una crítica mordaz e hiriente a esa sociedad que no es más que una prolongación y exageración de la nuestra. Ridiculiza nuestros comportamientos y situaciones cotidianas con grandes dosis de humor negro, lanzando preguntas al aire y dejando el debate abierto.

Es nuestra sociedad, ¿una sociedad creada para las parejas? ¿Por qué en ocasiones nos resulta tan complicado vivir en soledad? Quizá los patrones a los que irremediablemente estamos expuestos desde pequeños tengan algo que ver. La vida no tiene sentido vivirla en soledad puesto que nuestra única misión en esta vida es la de perpetuar nuestra especie, si no, ¿qué sentido tiene vivir?

Busquemos a nuestro amor verdadero o engañémonos fingiendo que lo tenemos.

Mujeres de película. La otra historia del cine

Si pensamos en unir los términos mujeres y cine instantáneamente acudimos a los roles mitológicos femeninos reflejados tantas veces en las películas por la clásica construcción de personajes. Desde que el cine se considerada una alternativa de ocio, las mujeres en la pantalla siempre han bailado entre la pureza y la castidad, como la ingenua y romántica Mary Pickford encarnando a la “primera novia de américa” de luminosos rizos de oro, en la época muda; y su alter ego, la femme fatale, ese personaje inicialmente caracterizado por una vampiresa que por sus “acciones impuras” recibiría en la trama un castigo irrevocable, como aquellos que representaba la enigmática Theodosia Bara.

Sin embargo, lo realmente misterioso es que hayan sido tantas las mujeres que hayan decidido trabajar detrás de la cámara ocupando distintos roles hasta completar un film desde que se inventara el séptimo arte para crear y compartir experiencias o estímulos, tanto en la confección de historias, como en la producción, el montaje o la dirección de las mismas, y que sin embargo, hoy en día, muchas de éstas sigan siendo aún desconocidas e inaccesibles para el grueso del espectador medio.

Centrándonos en la dirección, uno de los primeros ejemplos que encontramos en la historia es el de Los hermanos Lumière o Georges Méliès y Alice Guy-Blaché o Lois Weber. Mientras los primeros forman parte del imaginario colectivo cultural de la sociedad occidental como los precursores del celuloide, Guy-Blaché apenas es recordada por su veintena de títulos entre los que encontramos varios géneros clásicos asociados inicialmente a los hombres, como el western, el policíaco o el de espionaje; ni por ser considerada esencial en la concepción del cine como una herramienta narradora con aportaciones semejantes a las de su colega, el gran Mèliés. Por su parte, la criticada Lois Weber, con un personal compromiso por el cine social antes de la llegada del sonoro y tratando temas tan en boga como el aborto o la prostitución, tampoco lo tuvo fácil siendo una de las creadoras más censuradas por la prensa, a pesar de ser igual de sobresaliente que sus coetáneos varones en lo que al uso de recursos fílmicos se refiere.

Leni Riefenstahl

Leni Riefenstahl

Estas dos madres del cine dirigido por mujeres seguramente sólo son una pequeña muestra de la historia del arte en general pero, junto a otras, han sido fuente de inspiración de multitud de cineastas posteriores que intentaron también hacerse un hueco en un arte tradicionalmente masculino. Y es que el cine, como el resto de disciplinas artísticas, siempre ha sido reflejo de una sociedad y un tiempo histórico determinado y todavía hoy resulta sorprendente el tratamiento sexista que en ocasiones nos encontramos. Porque, ¿cuántos nombres de mujeres directoras tenemos en la recámara?, ¿y cuántos conocemos de hombres?

EMPEZANDO A RECORDAR

Dando un salto en el tiempo, una vez surgiera el concepto de autoría en los años 50 por la reputadísima revista Cahiers du Cinéma, uno de los primeros nombres de mujer que resuena en el circuito cinematográfico es el de la alemana Leni Riefenstahl, fotógrafa, actriz y posteriormente directora que sirvió al régimen nazi con el cine propagandístico de El triunfo de la voluntad (1934) u Olympia (1938). Si dejamos a un lado su ideología, moralidad y sus cuestionables pretensiones, veremos que Riefensatahl ha sido considerada por la crítica como una de las directoras de culto por sus aportaciones formales, su estilo de planificación y su alegórico montaje.

Agnes Varda

Agnes Varda

Agnés Varda también ha sido rescatada del letargo de la memoria, abuela de la Nueva Ola Francesa que, gracias a La Pointe Courte (1954) dejó tras su paso un privilegiado e innovador uso de los recursos estilísticos y artísticos más notables del movimiento. En España, también ha habido mujeres cineastas destacables, como Ana Mariscal, que tímidamente fue labrándose El camino (1963) hasta conseguir ser valorada como una de las mejores directoras europeas del siglo XX. Bárbara Loden, o Wanda cuando se le identificaba por el nombre del personaje al que dio vida en su cinta bautizada de la misma forma, fue una aventajada del cine independiente en los años 70´ y una de las pocas cineastas norteamericanas de aquel momento de la que aún conservamos metraje. Volviendo a Europa, Catherine Breillat trabajó en Francia un cine documental cuyo eje central era la sexualidad y los problemas de género, primero en sus novelas y después en los circuitos comerciales del cine, erigiéndose como una de las creadoras más controvertidas en la materia. Por citar a una contemporánea, concluir este pequeño repaso mencionando a Kelly Reichardt, escritora, guionista y directora en activo que plantea nuevas propuestas como el western Meek’s Cutoff (2010), un género clásico enmarcado en la modernidad vista desde diferentes primas.

Lucrecia Martel, Claudia Llosa, Shola Lynch, Izíar Bollaín, Kathryn Bigelow… Todas ellas mujeres diferentes, con situaciones económicas y sociales diferentes, procedentes de lugares y tiempos diferentes. Nombres de directoras con discursos e intenciones diferentes; pero todos, nombres que arrastran la misma lucha histórica: la de ser profesionales igualmente reconocidas y con las mismas oportunidades de base. Mujeres que comparten “la lucha” de no ser encasilladas en ciertos moldes, temas e intenciones artísticas o la de no ser juzgadas siempre por desempeñar un rol asignado socialmente a otros. En cualquier caso, todas ellas, mujeres que han sufrido durante décadas las mismas injusticias y que tienen que defenderse, aún hoy en día, para seguir siendo eso: mujeres artistas, ¡mujeres de película! Así que, cineastas o no, ¡hoy va por todas vosotras!

*Artículo impulsado y escrito para el magazine on line The Sunny Street.