Es una historia sobre el largo y arduo camino hacia la madurez protagonizada por una sublime Bárbara Lennie (Magical Girl). Desde que murió su madre cuando ella tenía 15 años, María ha cuidado de su padre y de sus hermanos. Responsable y controladora, siempre ha sido el pilar de la familia, y se siente orgullosa de ello. Por eso, cuando su padre se enamora repentinamente de su enfermera y anuncia su inminente compromiso, María siente que su vida se desmorona. Todo el mundo a su alrededor parece girar a velocidad distinta a la que ella lo hace.
Reguera habla de la familia, de cómo nos relacionamos con los `nuestros´ y de cómo nos define esa relación. Lo hace de manera sencilla, hasta el punto en el que se le ha criticado duramente por no saber hacerlo con destreza. No olvidemos en qué categoría compite.
María (y los demás)sorprende precisamente por su sencillez y por conseguir empatizar con un espectador que roza la treintena e irremediablemente se siente en la misma situación que la protagonista, de una u otra manera.
Sentimos una gran presión social por seguir un mismo y único modelo de vida: trabajo, coche, casa y pareja. Si la relación es heterosexual y socialmente aceptada como `normal´, mejor. Si hay casamiento por la iglesia, mejor que mejor. Sin embargo, la crisis ha hecho mella y ha ralentizado todo, en otros casos, muchos no ansiamos conseguir ese modelo de vida tan americano y que tanto nos han inculcado desde pequeños.
En este caso, la protagonista es tímida e insegura, sabe lo que quiere, pero le cuesta enfrentarse a la realidad, tiene miedo. Además, la presión social y el papel que hasta entonces ha desempeñado es más fuerte que cualquier deseo propio, y en ocasiones esto la confunde. Sin embargo, al final del filme atisbamos que se lanza por conseguir lo que realmente quiere.
Es una película que trata un tema occidental muy actual, la nueva crisis de los 30.
Quizá Nely Reguera no se lleve el Goya este sábado (Raúl Arévalo y su Tarde para la ira aprietan muy fuerte), pero estoy segura que este es el comienzo de una larga trayectoria.
Louise Bourgeois es una de las figuras más relevantes del arte moderno y un icono feminista fundamental de la segunda mitad del siglo XX. Lo es también para las Guerrillera Girls. De hecho una de las líneas de su mas que conocida obra reza: Las ventajas de ser una mujer artista: Saber que tu carrera podría repuntar después de cumplir los 80.
Louise Bourgeois (París, 1911-Nueva York, 2010) fue una artista atormentada por los miedos e inseguridades que tuvieron origen en su entorno familiar. Tuvo una infancia dolorosa marcada por la enfermedad de su madre y su padre infiel. Buscó en el arte un reconocimiento no solo profesional, sino personal.
La obra de Louise Bourgeois es completamente autobiográfica. La soledad, el abandono, la inseguridad, el daño, la memoria o el intenso dolor son temas recurrentes en sus piezas. Para Bourgeois, la arquitectura es un medio activo, que le permite explorar sus recuerdos, descubrirse a sí misma y exorcizar sus demonios. «El propósito de las piezas es expresar emociones. Mis emociones son inapropiadas para mi tamaño. Mis emociones son mis demonios, la intensidad de éstas, son demasiado para manejar. Es por eso que las transfiero, esa energía a la escultura». Louise Bourgeois.
Aunque la obra de Bourgeois abarca la pintura, el dibujo, el grabado y la performance, la artista es más conocida por sus esculturas. Una de sus piezas más conocidas por todos y que se ha convertido en símbolo de su obra, son sus archiconocidas arañas de bronce y acero. Las araña es una oda a su difunta madre, alguien confiable, intelectual, lógica sin brote de pasión alguno.
Louise era un símbolo de alguien que había estado mucho tiempo y que logró tener cierto reconocimiento, aunque fuera tardío. En 1982, Bourgeois se convirtió en la primera mujer en presentar una retrospectiva en el Museum of Modern Art de Nueva York.
En esta ocasión el Museo Guggenheim de Bilbao presenta la exposición Estructuras de la existencia, la más completa hasta la fecha centrada en las jaulas autobiográficas de la mujer araña. Esta exposición nos invita a recorrer las Celdas de Bourgeois, conociendo de esta manera su compleja mente. Para ella representan diferentes tipos de dolor: el físico, el emocional, el psicológico, el mental e intelectual… «Cada Celda trata del miedo. El miedo es dolor».
Así es el mundo de Louise Bourgeois oscuro, secreto, tormentoso, y al mismo tiempo, intrigante, delicado, enigmático, pero sobre todo, fascinante.
Podríamos decir que el arte purgó sus emociones, como lo hace con todos nosotros. Tal y como ella decía: «El arte surge del problema. La solución nunca aparece. De lo contrario pararía y sería feliz».
Cinco hermanas huérfanas que viven en un pequeño pueblo de Turquía junto con su abuela y su tío ven como de la noche a la mañana la actitud que en su entorno tienen hacía ellas empieza a cambiar. En un ambiente represor y patriarcal todo aquello que se mueve entorno a estas (pre)adolescentes comienza a ser visto por sus allegados como algo obsceno, ante la incredulidad de las pequeñas que no consiguen entender nada de lo que está pasando.
Este es el planteamiento inicial de Mustang, película realizada por la directora turco-francesa Deniz Gamze Ergüven, que está cosechando un enorme éxito a escala internacional, ganando numerosos festivales y habiendo sido nominada entre otros premios al Oscara la mejor película extranjera y ganando el premio Goya en esta categoría.
Con una estética cuidada al milímetro y una atmósfera entre lo real y lo onírico, Deniz Gamze va construyendo una historia dura pero con cierto aire a cuento de hadas, como ya hiciera hace casi dos décadas Sofia Coppola en Las Vírgenes Suicidas(1999) y es que la comparación con esta resulta inevitable. No obstante, consigue que nos olvidemos del referente y que conectemos de pleno con la personalidad de estas cinco hermanas (a cuál más carismática) que intentan escapar, cada una a su manera, de la brutal represión a la que se encuentran sometidas, de una sociedad que sólo ve en ellas un accesorio al servicio del hombre. Todo ello será visto a través de los ojos de Lale, la menor de todas, pero en cierto modo la más consciente de lo que les está sucediendo.
Mención especial merecen sus cinco jóvenes actrices, estupendas cada una en su papel, así como la construcción de unos personajes que consiguen conmovernos por la dura realidad que están viviendo a la vez que nos hacen sentir la fuerza y el coraje que poseen.
Por todo ello, y a pesar de no resultar especialmente novedosa, la realidad es que una película como Mustang continúa siendo necesaria. Ha removido ya conciencias en su Turquía natal y nos hace plantearnos también en Occidente el problema de una sociedad patriarcal que (aunque de manera menos manifiesta) aún continúa vigente. Todo un canto a la libertad que merece la pena ver.
Si pensamos en unir los términos mujeres y cine instantáneamente acudimos a los roles mitológicos femeninos reflejados tantas veces en las películas por la clásica construcción de personajes. Desde que el cine se considerada una alternativa de ocio, las mujeres en la pantalla siempre han bailado entre la pureza y la castidad, como la ingenua y romántica Mary Pickford encarnando a la “primera novia de américa” de luminosos rizos de oro, en la época muda; y su alter ego, la femme fatale, ese personaje inicialmente caracterizado por una vampiresa que por sus “acciones impuras” recibiría en la trama un castigo irrevocable, como aquellos que representaba la enigmática Theodosia Bara.
Sin embargo, lo realmente misterioso es que hayan sido tantas las mujeres que hayan decidido trabajar detrás de la cámara ocupando distintos roles hasta completar un film desde que se inventara el séptimo arte para crear y compartir experiencias o estímulos, tanto en la confección de historias, como en la producción, el montaje o la dirección de las mismas, y que sin embargo, hoy en día, muchas de éstas sigan siendo aún desconocidas e inaccesibles para el grueso del espectador medio.
Centrándonos en la dirección, uno de los primeros ejemplos que encontramos en la historia es el de Los hermanos Lumière o Georges Méliès y Alice Guy-Blaché o Lois Weber. Mientras los primeros forman parte del imaginario colectivo cultural de la sociedad occidental como los precursores del celuloide, Guy-Blaché apenas es recordada por su veintena de títulos entre los que encontramos varios géneros clásicos asociados inicialmente a los hombres, como el western, el policíaco o el de espionaje; ni por ser considerada esencial en la concepción del cine como una herramienta narradora con aportaciones semejantes a las de su colega, el gran Mèliés. Por su parte, la criticada Lois Weber, con un personal compromiso por el cine social antes de la llegada del sonoro y tratando temas tan en boga como el aborto o la prostitución, tampoco lo tuvo fácil siendo una de las creadoras más censuradas por la prensa, a pesar de ser igual de sobresaliente que sus coetáneos varones en lo que al uso de recursos fílmicos se refiere.
Leni Riefenstahl
Estas dos madres del cine dirigido por mujeres seguramente sólo son una pequeña muestra de la historia del arte en general pero, junto a otras, han sido fuente de inspiración de multitud de cineastas posteriores que intentaron también hacerse un hueco en un arte tradicionalmente masculino. Y es que el cine, como el resto de disciplinas artísticas, siempre ha sido reflejo de una sociedad y un tiempo histórico determinado y todavía hoy resulta sorprendente el tratamiento sexista que en ocasiones nos encontramos. Porque, ¿cuántos nombres de mujeres directoras tenemos en la recámara?, ¿y cuántos conocemos de hombres?
EMPEZANDO A RECORDAR
Dando un salto en el tiempo, una vez surgiera el concepto de autoría en los años 50 por la reputadísima revista Cahiers du Cinéma, uno de los primeros nombres de mujer que resuena en el circuito cinematográfico es el de la alemana Leni Riefenstahl, fotógrafa, actriz y posteriormente directora que sirvió al régimen nazi con el cine propagandístico de El triunfo de la voluntad (1934) u Olympia (1938). Si dejamos a un lado su ideología, moralidad y sus cuestionables pretensiones, veremos que Riefensatahl ha sido considerada por la crítica como una de las directoras de culto por sus aportaciones formales, su estilo de planificación y su alegórico montaje.
Agnes Varda
Agnés Vardatambién ha sido rescatada del letargo de la memoria, abuela de la Nueva Ola Francesa que, gracias a La Pointe Courte (1954) dejó tras su paso un privilegiado e innovador uso de los recursos estilísticos y artísticos más notables del movimiento. En España, también ha habido mujeres cineastas destacables, como Ana Mariscal, que tímidamente fue labrándose El camino (1963) hasta conseguir ser valorada como una de las mejores directoras europeas del siglo XX. Bárbara Loden, o Wandacuando se le identificaba por el nombre del personaje al que dio vida en su cinta bautizada de la misma forma, fue una aventajada del cine independiente en los años 70´ y una de las pocas cineastas norteamericanas de aquel momento de la que aún conservamos metraje. Volviendo a Europa, Catherine Breillat trabajó en Francia un cine documental cuyo eje central era la sexualidad y los problemas de género, primero en sus novelas y después en los circuitos comerciales del cine, erigiéndose como una de las creadoras más controvertidas en la materia. Por citar a una contemporánea, concluir este pequeño repaso mencionando a Kelly Reichardt, escritora, guionista y directora en activo que plantea nuevas propuestas como el western Meek’s Cutoff (2010), un género clásico enmarcado en la modernidad vista desde diferentes primas.
Lucrecia Martel, Claudia Llosa, Shola Lynch, Izíar Bollaín, Kathryn Bigelow… Todas ellas mujeres diferentes, con situaciones económicas y sociales diferentes, procedentes de lugares y tiempos diferentes. Nombres de directoras con discursos e intenciones diferentes; pero todos, nombres que arrastran la misma lucha histórica: la de ser profesionales igualmente reconocidas y con las mismas oportunidades de base. Mujeres que comparten “la lucha” de no ser encasilladas en ciertos moldes, temas e intenciones artísticas o la de no ser juzgadas siempre por desempeñar un rol asignado socialmente a otros. En cualquier caso, todas ellas, mujeres que han sufrido durante décadas las mismas injusticias y que tienen que defenderse, aún hoy en día, para seguir siendo eso: mujeres artistas, ¡mujeres de película! Así que, cineastas o no, ¡hoy va por todas vosotras!
*Artículo impulsado y escrito para el magazine on line The Sunny Street.